Los datos de Contabilidad constatan que 2020 es el peor año para la economía española
- UGT considera que para superar la crisis sin precedentes causada por la pandemia hay que seguir bajo la premisa de que nadie se quede atrás e impulsar el proceso de vacunación, el refuerzo de las rentas, incluida la subida del SMI, y el aumento de la protección social.
- Es necesario, además, reformar el mercado de trabajo para fomentar el empleo de calidad y un modelo de relaciones laborales justo y equilibrado, lo que exige derogar ya las dos últimas normativas, en especial la de 2012. El sindicato defiende además mantener los ERTES y las ayudas a las empresas viables con garantías para el mantenimiento del empleo.
- Asimismo, hay que hacer un buen uso de los fondos del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia para afrontar el necesario cambio de nuestro modelo productivo, lo que exige la participación activa de los sindicatos en el diseño y seguimiento de estos fondos.
Los datos de Contabilidad Nacional del cuatro trimestre de 2020, publicados hoy por el INE, muestran que el pasado año ha supuesto el peor ejercicio en materia económica para España de toda su historia moderna, como refleja la dimensión de la caída del PIB (-10,8% en promedio). Ello ha tenido una lógica traslación al empleo, que también ha caído mucho, y que se aprecia sobre todo en el desplome de las horas trabajadas. Sin embargo, la utilización de los ERTE ha logrado que la pérdida de puestos de trabajo haya sido menos intensa, lo que constituye uno de los aspectos positivos de esta crisis. En otras circunstancias esta caída del PIB y el descenso de horas trabajadas habrían implicado un aumento mucho mayor del desempleo, alimentando una crisis con mayor calado estructural y más difícil de revertir. Sí se ha logrado evitar ha sido en buena medida por la implementación de este instrumento de flexibilidad interna, y su mantenimiento consensuado durante ya más de un año.
La actividad se mantuvo respecto al tercer trimestre (variación nula), pero no se han despejado las incertidumbres existentes, y el desarrollo de 2021 será crucial para la recuperación. En este sentido, a estas alturas una cosa queda clara: la recuperación económica no se producirá de manera plena hasta que no esté asegurada la salud, y para ello es necesario seguir cumpliendo con todo el rigor las restricciones, hasta que se alcance la inmunidad de grupo mediante las vacunaciones. Relajar la prevención sanitaria sería dramático no solo en términos humanos, sino también económicos.
La gran enseñanza que se extrae de 2020 es que existe una alternativa a cómo se afrontó la pasada gran crisis de 2008 a 2013, algo que desde UGT reivindicamos en aquel entonces y que ha defendido en ésta para evitar los enormes efectos negativos que trajo consigo. La mal llamada austeridad, consistente en recortes sociales y el empeoramiento de las condiciones para los trabajadores, demostró ser una política profundamente errónea, que indujo la recaída en recesión y empeoró gravemente la calidad de vida de millones de personas, en especial de las más desfavorecidas, generando unas brechas sociales que no se habían superado al inicio de la pandemia y que ahora se han agravado.
Sin embargo, esta crisis pandémica está demostrando que hay otra política económica, más eficiente y justa. Se ha puesto de relieve lo que la teoría económica ya sabía, y en la anterior crisis se ignoró de manera interesada: que no solo es posible, sino necesario, hacer frente a las recesiones con impulsos fiscales bien dirigidos, refuerzo de las rentas y aumento de la protección social. Es lo que se ha hecho hasta ahora, y el resultado es globalmente positivo. Aunque lo realizado no es suficiente. Es necesario que se siga apostando por evitar la destrucción del empleo, manteniendo los ERTE todo el tiempo que sea necesario, y del tejido empresarial, con la entrega de las ayudas a las empresas lo antes posible, ampliando los fondos para las mismas y para reforzar el escudo social si fuera necesario. En suma, es preciso seguir haciendo efectiva la máxima de hacer “todo lo que sea necesario para no dejar a nadie atrás”. España y la Unión Europea no pueden volver a fallar a sus ciudadanas y ciudadanos, y deben seguir la estela de EEUU, cuyo paquete de impulso fiscal está siendo, una vez más, superior.
Para ello, una cuestión fundamental será hacer un buen uso de los fondos del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia que llegarán a España hasta 2023. UGT, consciente de la importancia de este plan para el futuro modelo productivo, desea participar de manera activa en el diseño y seguimiento de estos fondos, para que los proyectos estén encaminados efectivamente hacia la conformación de un nuevo crecimiento económico y la creación de empleo en un entorno sostenible.
La caída del empleo en nuestro país en el último año -que se ha producido en un contexto en el que España ya registraba la tasa de desempleo más elevada de la UE- no hace sino reafirmar la necesidad de que este sea el objetivo primario de la política económica para los próximos años. Sin embargo, no vale cualquier empleo. Para lograr el nuevo modelo de desarrollo que quiere impulsar el Plan de Recuperación es necesario que se traduzca en empleos de calidad, productivos y bien remunerados. Ello requiere de un modelo laboral nuevo, donde las condiciones de trabajo sean justas, para lo cual es crucial que se derogue la reforma laboral de 2012 que precarizó hasta el extremo el mercado laboral español.
Además, la reconstrucción del país vendrá de la mano de la recuperación de las rentas de los hogares, que provienen esencialmente de los salarios. Por ello, una medida que sería positiva en materia laboral y que ayudaría a la recuperación económica al impulsar el consumo y, por ende, la demanda nacional, sería la subida del SMI, que el Gobierno no ha realizado en 2021. No hay excusa para no aumentar la remuneración de los que menos ganan, siguiendo los pasos de los países de nuestro entorno, donde se han implementado subidas del salario mínimo.
En definitiva: asegurar a la población sanitariamente; extender la vacunación; mantener los ERTE; reforzar y mantener el escudo social y las ayudas a las empresas viables con garantías para el mantenimiento del empleo; elevar los salarios allí donde sea posible y, en particular, el SMI; derogar la reforma laboral de 2012 y consensuar un modelo de relaciones laborales más justo y eficiente; y aprovechar bien los fondos europeos canalizados a través del Plan de Recuperación y Resiliencia; son las líneas de actuación clave para que 2021 se convierta cuanto antes en el año de la recuperación económica y social de nuestro país.
Datos de interés
El año termina con una variación trimestral nula y con una anual del -8,9%, lo que se traduce en una bajada del PIB en el conjunto de 2020 del 10,8%.
Este resultado es fruto directo del impacto de la pandemia. Las cifras de la contabilidad nacional a lo largo del año han fluctuado al son de los confinamientos, restricciones y desescaladas precipitadas. Porque, en muchos casos, se ha priorizado erróneamente la economía frente a la sanidad. Por este motivo, tras un tercer trimestre que invitaba al optimismo por su baja incidencia acumulada y signos de inicio de la recuperación, en el cuarto trimestre ese crecimiento económico se paralizó.
Durante todo el año se ha demostrado que no existe un intercambio entre sanidad y economía, sino que ambas son absolutamente complementarias.
Por el lado de la demanda se puede ver que continúa la evolución ascendente del consumo final de las AAPP (4,5% anual), al contrario de lo que sucede con el gasto en consumo final de los hogares (-9,4% anual). Ambos han tenido tendencias opuestas a lo largo de los cuatro trimestres de 2020, como es lógico: mientras el sector público ha inyectado dinero en la economía por la vía de la expansión del gasto, las familias se han visto obligadas a reducir su consumo por las restricciones y por la caída de sus rentas. Nunca en nuestra historia reciente se había puesto tan de manifiesto el papel crucial del sector público como garante de nuestro modelo económico y social, no solo en España, sino en todos los países occidentales.
Por su parte, la formación bruta de capital fijo cifra su caída en un 8,8%, lo que refleja la fuerte caída en inversión respecto al año anterior, como consecuencia de la paralización de las actividades y la incertidumbre sobre el futuro próximo. En conjunto, la demanda nacional decelera ligeramente su caída y disminuye un 6,2% respecto al cuarto trimestre de 2019. Reactivar la demanda nacional es fundamental para que la recuperación sea exitosa.
Mientras tanto, por el lado de la oferta destaca positivamente el comportamiento del sector primario, que durante todos los trimestres del año ha mantenido un crecimiento interanual. De hecho, la media de estos crecimientos ha sido del 5,4%, siendo este último trimestre el que mejor comportamiento ha tenido, con un incremento del 8,2%. El resto de sectores han experimentado caídas del orden del 3,6% en la industria, 10,0% en el sector servicios y 12,7% en la construcción, todas ellas respecto al mismo período de 2019. En el conjunto del año estos tres sectores han caído respectivamente un 9,6%, un 11,1%y un 14,5%. Descendiendo en el análisis, es necesario destacar el fortísimo descenso de las actividades más ligadas a la atención al público y las relaciones interpersonales, especialmente perjudicadas por las necesarias restricciones que se están aplicando, como las Actividades artísticas, recreativas y otros servicios, que caen un 22,3% respecto al cuarto trimestre de 2019, y las agrupadas en los subsectores Comercio, transporte y hostelería, que lo hacen un 33%.
En lo respectivo al empleo, el año cierra con una caída de ocupados (equivalentes a tiempo completo) del 5,2%, en términos anuales. Aunque, para medir el impacto que ha tenido en la actividad aportan más información las horas efectivamente trabajadas, que cierran este cuarto trimestre con una variación anual de -6,1%. En el conjunto de 2020, los ocupados en términos de puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo disminuyeron un 7,5% y las horas trabajadas un 10,5%. Aunque se trata de descensos importantes en ambos casos, hay que resaltar que son inferiores a la caída experimentada por el PIB (sobre todo en el caso de las personas ocupadas), lo que supone una novedad en la realidad económica de nuestro país que debe ser resaltada. Ello se ha debido, como se explica más abajo, a la priorización, por primera vez, de mecanismos de flexibilidad interna (ERTEs) frente al recurso al despido.